miércoles, 7 de abril de 2010

La curvatura de la córnea

Escrito por JAVIER LÓPEZ CLEMENTE
Jueves, 10 diciembre 2009

Cabaré de caricia y puntapié  (ir al blog)




La compañía El Gato Negro en coproducción con el Centro Dramático de Aragón presenta, en el Teatro Principal de Zaragoza, la obra “Cabaré de caricia y puntapié”, una tesis doctoral sobre algunas de las canciones de Boris Vian. Un tipo que derrochó ironía y talento es sus facetas de ingeniero, novelista, dramaturgo, poeta, traductor, músico y cantante hasta que murió de un infarto en 1959 a la edad de treinta y nueve años.
Lo han leído bien. El público, pese al cartel anunciador y al espacio donde se desarrolla, disfruta de la lectura de una tesis doctoral, un texto que nació a partir de un trabajo de improvisación del equipo artístico de esta producción, y esa condición lo deja abierto a constantes mutaciones, a pequeños guiños por los que se cuela la actualidad. El espectáculo se construyé sobre una disertación en torno al triángulo isósceles tipo AVV. Los matemáticos enamorados, los registradores de la propiedad y los tesoreros de fincas rústicas ya saben de lo que hablo: Una triada explosiva formada por el amor, la violencia y el vecindario. Una forma geométrica que reúne una decena de composiciones musicales de Boris Vian; traducidas por Alberto Castrillo-Ferrer, director del evento, y arregladas con elegancia por Miguel Ángel Remiro para llevarnos, entre otros, a los terrenos del jazz, del cha-cha-cha y del rock and roll.
Todo esta dispuesto para que el espectáculo universitario vaya más allá de la lectura de unos folios. La gran novedad de la presentación de esta tesis es la utilización del escenario como recurso pedagógico, de esa manera, el entorno cabaretero de bambalinas y candilejas se puebla con los personajes que Boris Vian imaginó para componer sus canciones.
La parte más ortodoxa de la crítica teatral ha dicho que en el comienzo de la función suele producirse un incidente que embarulla el argumento y la trama. No hagan caso. Es cierto que algunas veces las cosas no salen como estaban previstas — vaya descubrimiento pensarán— pero para eso se creó esa máxima que dice: El espectáculo debe continuar, y les aseguro que continúa. Es posible que el día que vayan a ver esta función el orden lógico del discurso se altere, ustedes no lo hagan, relájense en sus asientos y ya verán como todo fluye por el territorio de lo comprensible.
Carmen Barrantes y Jorge Usón serán sus guías, dos camaleones sobre el escenario con la energía y la intención de regalarnos una sinfonía de personajes, dos actores cantantes en constante mutación amorosa, la cara y cruz de ese sentimiento que siempre oscila entre una caricia y un puntapié: Una masoquista, dos carniceros franceses a ritmo de tango y la búsqueda de un aceptable tono académico. Un tío, su sobrino y la bomba atómica. Una abuela, su nieta y el materialismo. Un pijo, un desertor y dos intelectuales a hostias. Una alocada secuencia donde los actores alternan papeles al más puro estilo cabaretero con las coreografías de Beatriz Carvajal para acentuar el humor de las situaciones, y la dificultad de un trabajo vocal, bajo la batuta de Raquel Agudo, que imprime personalidad propia a cada uno de los números musicales.
“Cabaré de caricia y puntapié” es la excusa perfecta para olvidar la melancolía y dejarse mecer por el humor. La receta que estaban esperando contra la gripe estacional: Un puñado de excelentes canciones, dos actores en estado de gracia y el aderezo de la risa.

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