Escrito por JOSE SANCHEZ MENDOZA
Martes, 3 de febrero de 2009
Escena. El Gato Negro lleva al Teatro Arenal 'Cabaré de caricia y puntapié', basado en las canciones del controvertido Boris Vian
Lugar y día: Teatro Arenal (Mayor, 6). Del 3 al 28 de febrero. De miércoles a sábado: 23.00 horas.
Ignoto en nuestro país, Boris Vian es al mundo de la cultura lo que Leo Bassi al de la escena: un puñetazo en el estómago, una fuerza de la naturaleza brutal y pendenciera. El terror de los tabúes. Ingeniero, cantante, escritor, poeta e inventor, este Da Vinci underground no se andaba con chiquitas en sus obras: zoofilia, masoquismo y violencia eran habituales en canciones, poemas y novelas. En general, este hombre se chupaba los dedos con todo lo que fuera susceptible de escandalizar a la Francia de los 40 y 50, un horno de ideas que, después del desgarro del colaboracionismo, estaba para pocos bollos.
Ahora, medio siglo después de su muerte, se estrena en Madrid el Cabaré de caricia y puntapié, un viaje a través de su legado musical en forma de fábula coral con 16 personajes y sólo dos actores. Amor, violencia, humor y causticidad se dan la mano en esta producción de la compañía El Gato Negro. Y todo en un diminuto escenario de tres metros cuadrados. Se da la circunstancia de que el espacio que ocupa el Teatro Arenal, que acoge la obra, dio cobijo en su día al difunto Salón Rex, impulsado por Azorín para introducir las vanguardias escénicas en Madrid. En muchos aspectos, Cabaré de caricia y puntapié fue, y es, pura vanguardia. «Es una obra provocadora que sigue la estela de su fuente de inspiración, que fue el paradigma del desafío a las convenciones», señala el director, Alberto Castrillo Ferrer, «todo lo hilvana una historia que no podemos desvelar. Sólo puedo decir que haremos un viaje fantástico cabalgando en las canciones de este genio».
El reparto se reduce a dos intérpretes que, de entrada, sorprenden por su disparidad física. El cuerpo de Carmen Barrantes se antoja liliputiense al lado de la rotunda anatomía de Jorge Usón. Ellos son Doris y Boris, maestros de ceremonias de un circo bohemio que se aprieta un poco más y no respira. «Supone todo un reto dar vida a 16 personajes en un espacio tan pequeño. Además, nos atrevemos a cantar. Aquí, sin embargo, el tono vocal se adapta a la personalidad de cada personaje. No esperéis que hagamos gorgoritos como barítonos», advierte ella. Los más que probables gallos, justificados están. El, por su parte, está convencido de que, «a pesar del tiempo transcurrido desde que Vian escribió las canciones, la ironía y la profundidad que exudan son perfectamente trasladables al presente».
El equipo proclama casi al unísono que este cabaré superconcentrado funciona como evasión, pero también como diversión inteligente, que invita a la reflexión y anima a la crítica. Y no se preocupen, que no tendrán que dejar a los niños en casa de sus abuelos. Sobre la base de este enfant terrible, se ha edificado una obra apta para todos los públicos. Como lo oyen. «Es un espectáculo cercano, con sus momentos de ternura, del que se pueden sacar muchas enseñanzas. En anteriores representaciones, hemos hecho disfrutar por igual a niños y abuelos». Edad indicada: de cero a 99 años, ambos inclusive. Provocación y machacamiento de convenciones y dogmas a través de la música.
José Sanchez Mendoza Publicado en El Mundo, 3 de febrero de 2009
miércoles, 7 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario